domingo, 20 de marzo de 2011

Hollywood vuelve a exorcizar animales

       Desde que se inició la saga de "El Exorcista" (William Friedkin, 1972), una de las mejores películas del género de terror, han sido varios los intentos de la industria cinematográfica norteamericana por volver a poner de moda los ritos religiosos, cargados de sensacionalismo y efectos especiales, para expulsar a un espíritu del cuerpo de alguna persona.

       Muchas películas que versan sobre la materia ponen la etiqueta "basado en hechos reales"; palabras que si vemos por la tarde en Antena 3 nos hacen cambiar de canal, pero que causan cierto impacto, especialmente entre creyentes, si van unidas a títulos como "El Exorcismo de Emily Rose" (Scott Derrickson, 2005). Los exorcismos no son rituales ficticios, sino que efectivamente se practican en la vida real en varias culturas, como la católica. Pero, ¿contra qué lucha un exorcista?

       Esta es la pregunta que se hace el seminarista Michael Kovak (Colin O'Donoghue) en "El Rito" (Mikael Hafstrom, 2011) debido a la pérdida de una fe que nunca llegó a tener, pero que le empujó al seminario para huir de la vida de su padre. He aquí un paralelismo con "El Exorcista": un joven sacerdote (o casi) sin fe que se irá introduciendo en los exorcismos de la mano de un exorcista experto, en "El Rito", el padre Lucas Trevant (Anthony Hopkins). Ambos personajes son sacerdotes que siguen practicando exorcismos en la vida real (uno en Chicago y el otro en Florencia).



       En esta nueva película, el exorcista experto no es, como es frecuente en estas cintas, un sacerdote ejemplar e intachable, sino, como indican, una persona con métodos poco ortodoxos (y jesuíta, los "progres" del catolicismo; mi amigo el filólogo S.B. ya me dijo irónicamente que parece que los jesuítas existen para que la Iglesia Católica caiga bien a los escépticos). Es tan heterodoxo que en algunas declaraciones coquetea con el ateísmo personal y juega a la sugestión con sus exorcizados. Por unos instantes llegué a creer que su propia posesión al final de la película era una treta para estimular la fe del joven Kovak, pero la mano de Dios siempre acaba aplastando en el cine norteamericano a las explicaciones psiquiátricas, que en la misma película son mencionadas, quedan abiertas y finalmente olvidadas.

       Una vez más se juega a introducir memes distorsionados al hablar de los dogmas de la Iglesia. Concretamente aquellos basados en el argumento de Tertuliano y Justino, que ya en el siglo II decían que el diablo se burla de Dios imitándole y ancipándose a través de sus demonios (ver mi post "Navidades para escépticos Vol. I"). En "El Rito", ese demonio es nada menos que Baal, un antiguo dios pagano cuyos dogmas se parecían sospechosamente a los de Jesucristo. Baal fue un dios semítico, representado por un toro (como el dios egipcio Anu y el griego Zeus), que era adorado en el siglo III a.C., la época en la que, según la Biblia, Moisés destruyó el "becerro de oro"... la época en la que la Edad astronómica de Tauro llegaba a su fin y empezaba la Edad de Aries, el cordero, el símbolo judío. Si conocemos el argumento de Tertuliano y Justino, ¿no es curioso que el toro y la cabra (más bien es un muflón) se identifiquen con el demonio?

       No falta tampoco la introducción de otros memes de creación reciente, como la identificación de los ateos con los gatos de un modo despectivo, siempre asociados a una superstición y "porque van por libre". Si bien es cierto que en Roma hay muchos gatos, no creo que sea solo una casualidad circunstancial.

       También me siento muy atraído, desde hace varios años, por otra identificación de un animal con un demonio: la mula, que también aparece en "El Rito". Cuando estudiaba genética, explicaba en casa que la esterilidad de la mula se debe a una incompatibilidad genómica entre el caballo y el asno; y mi abuela me informó de una tradición popular según la cual la mula fue castigada por Dios, porque la Virgen cayó al suelo desde su lomo (... casualidades de la vida, la SGAE también demoniza a "la mula").

       Es un patrón común que los poseídos en el cine hagan comentarios vulgares de contenido sexual (y llaman "cerdo" al cura y "perra" a la poseída), lo que no sería chocante para nadie si la religión no hubiese establecido la premisa de que el sexo es tabú. Veámoslo de este otro modo: supongamos que una determinada religión establece el dogma de que es pecado comer queso; si en ese entorno cultural hubiera una "posesión demoníaca", el sujeto comería queso de un modo compulsivo, no porque el demonio le empuje a hacerlo, sino porque la educación habría fijado en el código moral de la gente que comer queso es algo aberrante... y el diablo seguramente sería representado con la imagen de un ratón.

       Y después de todo me quedan cuatro dudas: ¿Tendrá algo que ver esta película con limpiar la imagen de la Iglesia Católica en Estados Unidos? ¿Qué tal estará la próxima película "El Último Exorcismo" (Ely Roth y Strike, 2011)? ¿Para cuándo una película de exorcismos en la que los psiquiatras manden callar a los curas? ¿Qué tiene la religión en contra de la zoología?

1 comentario:

Bel (Baal) dijo...

Muy bueno el artículo, Samu!!!
Dejas abiertas grandes incógnitas ;P
Es un interesante análisis, y un gran ejemplo el del queso. Probablemente, como ya indicas todo tenga un transfondo mucho más de humano, y menos de Dios...

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