sábado, 26 de marzo de 2011

Japón y un teleférico: metáforas para la educación

       Cada vez está más peligrosamente extendida la opinión de que "la ignorancia da la felicidad". ¿Para qué sirve saber cosas? Es costoso y exige demasiado esfuerzo, saber demasiado nos atormentaría en un caso extremo... y luego nos quejamos de la crisis. La ignorancia es tremendamente osada... los detalles están implícitos.

Japón, 11 de marzo de 2011

       Un maremoto de 9'0 grados de intensidad provoca una ola gigante (tsunami), cuyas consecuencias son bien conocidas para todos (he aquí una animación hecha por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos).

       El país nipón está en una zona de alto riesgo de seísmos; de hecho, el origen del archipiélago está íntimamente ligado con la causa de estos movimientos de tierra.

       La litosfera es la capa más externa de la geosfera (la parte sólida del planeta Tierra), y está fragmentada en unas "piezas de puzzle" llamadas placas tectónicas, que se mueven continuamente unas con respecto a otras. La Placa Pacífica es oceánica, más delgada y densa que la Placa Eurasiática, por eso en el borde entre ambas, la primera se introduce bajo la segunda (lo que se conoce como subducción), provocando una "arruga" en ella, un arco-isla que actualmente conocemos como Japón. Pero ese empuje y la fricción consecuente son la causa de multitud de seísmos (como este último, que ha desplazado el eje de la Tierra varios centímetros, eso sí, es un detalle curioso pero despreciable).

       En este caso, el temblor no se ha quedado ahí, sino que las réplicas afectaron a los sistemas de seguridad y refrigeración de la central nuclear de Fukushima-1 y durante días se ha temido por una fusión del núcleo, lo que habría liberado varios cientos de veces la energía de la histórica bomba de Hiroshima, no en forma de explosión, sino de nube radioactiva. Para evitarlo, un grupo de científicos y técnicos se han estado exponiendo durante días a unos niveles de radiación altísimos.

       En algún foro leí la pregunta "¿Y a quién se le ocurre poner centrales nucleares en zonas con tan alto riesgo de terremotos?" No hace falta decir que era un foro en español... efectivamente, si eso hubiese ocurrido en España inmediatamente se habrían buscado cabezas que cortar, los políticos se habrían culpado entre ellos, Belén Esteban habría opinado y el Mercadona habría puesto precio a sus bolsas...

       De hecho, durante una semana, en España se llenaron los periódicos de reportajes sobre las centrales nucleares españolas y el riesgo de terremotos en el sur de la Península Ibérica. Papeles y más papeles... Si bien es cierto que la Línea Transversal (una línea de riesgo por seísmos y volcanes) atraviesa el mar Mediterráneo, España es el país con menor riesgo y movimientos de tierra de más baja intensidad y magnitud. Ahora solo quedan noticias sobre los controles fronterizos contra los alimentos que llegan de Japón, por radioactividad. Y por mucho que se hable de cerrar centrales en España, ¿acaso creemos que los Pirineos harían de barrera contra un "pepinazo" nuclear en Francia (a quien compramos la energía)?

       Y también han abundado voces apocalípticas y conspirativas de quienes ven llegar el fin del mundo otra vez, y quienes incluso lo han relacionado con la súper luna llena del pasado sábado (un evento que se da cada dieciocho años, de una belleza increíble y que en muy poco afecta a la Tierra, salvo por unas mareas de entre dos y doce centímetros más pronunciadas).

       Todo logro requiere un cimiento. Si queremos mantener el nivel de vida al que estamos acostumbrados necesitamos el riesgo y el esfuerzo de un cimiento energético.


P.S.: A día de hoy, la cifra de muertos y desaparecidos asciende a más de 21.000; ya no se habla de eso, tenemos un conflicto en Libia.

Cualquier lugar del mundo, cualquier momento

       Un paseo por una zona montañosa conlleva el bienestar producido al observar la belleza del paisaje. Podemos movernos por los valles, laderas y cumbres y tener una perspectiva diferente desde cada punto que pisemos.

       ¿Pero y si queremos tener una perspectiva nueva? Ya no nos conformamos con andar ni escalar, queremos ver el paisaje desde un punto al que solo las aves tengan acceso; queremos construir un teleférico. No fue ese el motivo de su diseño, allá por 1914, pero sí es una de sus principales funciones actuales.



       Desde ahí arriba observamos una vista que jamás tendríamos con los pies sobre el suelo. Pero ello requiere una inversión, una construcción y, finalmente, un riesgo. Y, cómo no, también hay quien tiene vértigo.


Capítulo abierto...

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