miércoles, 2 de enero de 2013

Lo cuántico levanta pasiones

       Finalizado un año en el que, gracias al CERN y a la comedia "The Big Bang Theory", la física se ha vuelto a poner de moda, hoy, mientras reorganizo mi vida tras la resaca navideña, me viene al recuerdo una conversación que tuve hace tres años, que en su día no entendí muy bien. Algunas de las cosas que he tenido que escribir durante mi encierro vacacional me han hecho captar la esencia de lo que me estaban hablando aquella tarde lluviosa, cuando aun trabajaba como editor, mientras yo creía que el tema a tratar era la teoría cuántica. Tampoco me sentí especialmente mal, a sabiendas de las palabras de Richard Feynman, Premio Nobel de Física en 1965, "si crees que has entendido la física cuántica es que no has entendido la física cuántica"; y eso lo había dicho alguien que tocaba los timbales mejor que yo...


       ... Pero sí es cierto que me abordó una gran duda. Aquella persona con la que hablaba (realmente no sé muy bien por qué me sacó aquel tema, sobre todo porque inicialmente parecía que quería ligar conmigo) me dijo que estaba muy interesada en la 'literatura cuántica'. Durante el tiempo que duró la conversación yo trataba de decodificar ese galimatías, asociado a una referencia que me relató: «en un experimento se colocó una pantalla sobre la que dispararon unas partículas a través de una rejilla con unos detectores y vieron que era imposible saber por dónde pasaban esas partículas... eso nos hace dudar de la ciencia, que siempre proclama tener la verdad absoluta»

       Esa última declaración es de las que le gusta oír en una sobremesa a mi amiga Bel, médico intensivista, escritora y 'cazamagufos' amateur. En primer lugar, la ciencia nunca proclama tener la verdad absoluta, al contrario, la ciencia se fundamenta en la duda: si no sabes algo es cuando lo investigas, una vez que tienes la respuesta surgen nuevas dudas. En segundo lugar, como 'cazamagufos' amateur que también soy ya me voy dando cuenta de algunos tips: cuando una persona habla de un experimento científico que pone en tela de juicio la fidelidad de la ciencia, suele ser alguien que abraza alguna pseudociencia. Y en tercer lugar, en aquel momento no pude aportar mucho a aquella conversación porque realmente no conocía ese supuesto experimento. 

       Tiempo después, mientras leía "El Gran Diseño", de Stephen Hawking y Leonard Mlodinow, me dije: «¡claro! Aquella chica me estaba hablando del 'futbolista subatómico'». En el experimento referido, efectivamente había una pantalla sobre la que fueron proyectadas partículas, y efectivamente había en medio una rejilla con dos espacios, en los que había unos detectores. Los datos obtenidos por el detector indicaban por qué espacio había pasado una única partícula; en cambio, los resultados tratados matemáticamente apuntaban a que esa única partícula había pasado por los dos espacios. Esto, lejos de contradecir a la ciencia, la enriquece y nos adentra en el mundo cuántico, en el que domina el caos y las cosas pueden ser de dos maneras simultáneamente, todo son probabilidades. 

       Sin embargo, como pude ver, ese mundo tan complejo y complicado ha llevado a muchas pseudociencias a utilizar la palabra cuántico como una 'caja negra' de la que todo el mundo ha oído hablar, poca gente entiende, pero funciona. Existen multitud de corrientes naturistas que dicen practicar la 'sanación cuántica'.


       Sin entrar en discutir estas pseudociencias (ya lo dejaré para otro momento), afortunadamente el propio Deepak Chopra declara que introducir esa palabra en sus prácticas es una metáfora.

       Aun así, estos experimentos, ahora sí, científicos, llevan a una aproximación divulgativa al mundo cuántico que en la mayoría de las ocasiones lleva a una vulgarización. Una de las más frecuentes viene de la mano del Principio de Incertidumbre, propuesto por el físico Werner Heisenberg. Su significado ha sido muy relacionado con la visión propuesta por aquella mujer que me hablaba de la literatura cuántica: que es imposible acceder a la realidad, porque el observador, por defecto, la modifica al observar. Y en esta afirmación se mezcla la ciencia, las pseudociencias, la mala divulgación y, como no, algunos románticos desplegando su lekking.


       Obviamente la imagen poco tiene que ver con el discurso de este buen, aunque 'cenizo', cantautor. 

       Ya en un tono científico, el Principio de Incertidumbre se refiere a una relación de indeterminación entre la posición de una partícula y su cantidad de movimiento. Esto es, las partículas producen estructuras que se rigen por probabilidades, que crean interferencias, como si fueran ondas (esto fue propuesto por Bohr); ahora bien, como si de una onda se tratase, se puede estudiar la longitud de onda de la partícula, que informa acerca de su cantidad de movimiento. Para conocer con más exactitud la ubicación de la partícula, hay que medir sucesivamente ondas de diferentes longitudes. Pero aquí ocurre algo, cada medida que se tiene de longitud de onda aporta una información diferente sobre su cantidad de movimiento; por lo tanto, como indican las gráficas de la imagen, cuanto más sabemos sobre la ubicación de una partícula, menos sabemos sobre su velocidad y su dirección.

En ambos lados, la gráfica superior indica la longitud de onda de una partícula, y la gráfica inferior indica las probabilidades de su ubicación exacta.

       Enunciado de ese modo, poco se parece a cualquier cosa que hayamos oído sobre este principio. En cambio, una abstracción muy habitual del mismo (y todos nos sentimos tentados a hacerla) es que cuantas más medidas se hacen de una propiedad, menos información obtenemos de otras propiedades del estado natural. Esto es cierto y empuja a mucha gente a pensar que analizar las cosas lleva a su desconocimiento, que estudiar algo le hace perder su encanto y, en definitiva, que la experimentación científica solo lleva a conocer una parcela muy alejada de la realidad. Lo que toda esa gente no dice o no sabe es que el Principio de Incertidumbre no tiene un principio análogo en la mecánica clásica, que es una de las diferencias entre la física clásica y la física cuántica, y que en el entorno macroscópico su efecto es despreciable en todos los casos prácticos relevantes.


P.S.: Mis conocimientos sobre física cuántica no son profundos, pero sí soy capaz de hacer cosas con los timbales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aunque mis conocimientos de física, y específicamente de cuántica son nulos, puedo emitir que a diario se presentan circunstancias que nos llevan a realizar juicios relacionándolos de inmediato con la física, cosas evidentes y que subsisten invariables, mientras que otras varían tomando una modificación de carácter de cambio, por ejemplo; la alteración ante la cualidad y en la forma, al mismo tiempo de que permaneciera en la sustancia o lo que es lo mismo en la materia, si no hubiera más que espacio el mundo sería una cosa sobria, no habría sucesión, ni cambio, ni acción, si solo hubiera tiempo todo sería pasajero, no habría permanencia ni coexistencia, ni duración. Siendo así imposible la existencia de la materia.
En efecto, mientras se cree que se ha entendido la física cuántica, en realidad no se ha comprendido nada, y por lo tanto nunca habrá una realidad absoluta, así como también es cierto que al conocer algo, las dudas surgen y es un sin fin de interrogantes y conocimientos que quedan sumergidos en el espacio, pero esto es lo que se vuelve aún mas interesante.
Lo anterior me lleva hacer una comparación sobre la vida y los sueños, semejando estos a unas hojas de un mismo libro, su lectura de conjunto se llama vida real, pero cuando las horas de lectura habitual terminan y las de descanso han llegado, nos dedicamos a hojear sin orden y a menudo tropezamos con página ya leída otras veces, con una desconocida, pero siempre del mismo libro. Claro que una hoja leída aisladamente no puede ofrecer una lectura congruente sin embargo, esto no ha de sorprender si se tiene en cuenta que también nuestra vida es una hoja suelta en el libro del universo y cada vez es más complicada de entender.

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