sábado, 20 de octubre de 2012

Una cascada para abrir la mente

       Como iba diciendo... (seguramente alguna vez lo dejé a medias) ha habido muchas situaciones en las que, en un entorno social, he dicho cosas que han podido resultar interesantes y posteriormente las expresiones de los rostros han ido cambiando poco a poco como diciendo "... iba bien, pero ya se ha venido arriba y se le ha ido la cabeza". Los asuntos de política (o socioeconómicos) me han llevado a ese momento en más de una ocasión. No es muy difícil imaginarlo, en un mundo en el que si dices que hay fallas en el sistema, eres de izquierdas, y si dices que falta sentido común, eres de derechas. En diferentes conversaciones me han llamado "facha" y "rojo" según el tema a tratar, como si  ambos extremos fueran las únicas opciones dentro del espectro político... o como si el espectro político fuera la única forma de gestión estatal.

       Con esa última frase, seguramente, quien en su día me ubicó en alguno de los extremos, hoy me llamaría "tirano" o "anarco", a pesar de que yo nunca he ocutaldo que mis ideas se apoyan más bien en el Movimiento Tecnocrático. Cuando he tenido la oportunidad de hablar sobre definición científica de eficiencia económica, de uso eficiente de la tecnología, de contabilidad energética, de automatización de la producción, de sustitución de políticos por auténticos gestores y de incremento de la inversión en educación, investigación y sector servicios, ha sido habitual que incluso me dijeran que estaba hablando de algún tipo de secta. Era de esperar, al propio catedrático de economía Santiago Niño Becerra le dieron una respuesta que nada tenía que ver con lo que él decía cuando habló de que los problemas deberían ser resueltos por técnicos, ¿qué no me iban a decir a mí?


       Es normal, parece que la gente le tiene miedo a palabras como "técnico" o "tecnócrata", al menos en España se asocian con aquellos ministros del Opus Dei de la época franquista. No... nada tiene que ver con una dictadura ni con esos tecnócratas, yo me refiero a un modelo socioeconómico que se empezó a forjar durante los años 30 del siglo XX como reacción al "crac del 29"; ya entonces hubo gente que veía que el sistema fallaba y que debería haber gente experta en cada compentencia... ¿tan rara es esa propuesta?

       En cualquier caso, y haciendo un poco de autocrítica, quizás el problema (el mío al menos) está en haber usado términos en lugar de definiciones y quizás en haber tratado de abarcar mucho en esas discusiones políticas. Llegué a esa conclusión en uno de esos momentos de lucidez en los que veo algo que le da sentido a universos que antes creía distantes. Es una tontería, pero la vida está formada por pequeños detalles, he aquí el mío.

       Estaba en los lagos, en la zona UV de Xalapa, no dando ningún paseo romántico como podría sugerir la imagen, sino volviendo de unos trámites en Rectoría.


       Ya que hacía buen día, decidimos comer allí cerca en una terraza, pero poco después, cosas de esta ciudad, el sol de justicia se convirtió en una de las mayores tormentas que he presenciado por aquí. Una hora debajo de un toldo viendo como llueve da para mucho, y ver cómo salía el agua por una pequeña cascada que alimenta el estanque me encendió una bombilla comparable con la "ósmosis del aguacate" (contar eso está en tareas pendientes). 

       De un momento a otro empecé a hablar de cómo las presas hacen un beneficio a la sociedad pero que destruyen incuestionablemente un ecosistema, no tanto por las obras de su construcción ni por los resultados de los parámetros físico-químicos de la calidad de las aguas, sino como evidencian los índices biológicos de medición, como el IBMWP, uno de los más modernos usados en Europa, diseñado por un antiguo profesor mío: el Dr. Javier Alba Tercedor.

       Durante las últimas décadas se han propuesto, con cierto nivel de aceptación, las centrales minihidroeléctricas como alternativa para autoabastecimiento de energía en zonas muy localizadas. La idea es reducir el impacto ambiental, básicamente por su construcción y su efecto paisajístico, no en los índices de calidad de las aguas. Por otro lado, estas pequeñas construcciones sí podrían ofrecer la ventaja de aplicarse en sitios dónde las grandes presas no podrían estar. ¿Por qué no aprovechar esa ventaja? Por ejemplo, en una zona recreativa en la que hay una cascada y en desagües de lugares donde los torrentes ocasionados por las tormentas son comunes, una central incluso llamada microhidroeléctrica podría aportar grandes beneficios.

       Esto me lleva a esa pequeña cascada en los lagos de Xalapa que estaba observando desaguar un gran volumen, procedente de los drenajes de las calles adyacentes. En un lugar por el que hay agua pasando continuamente, o en una ciudad en la que las tormentas son frecuentes, se podría aprovechar este hecho a la hora de construir canalizaciones y alcantarillados; porque lo que se está perdiendo no es agua, como muchos dicen, sino energía que podría mantener el alumbrado de la zona, por ejemplo. No he hecho el cálculo de lo que se podría ahorrar, pero hay ingenieros, para quienes esa sería una cuenta muy sencilla y podrían determinar en qué lugares esa instalación es rentable.

       Esto es, ni más ni menos, que un ejemplo muy concreto del uso eficiente de la tecnología que propone el Movimiento Tecnocrático. Así de simple y no está bañado en ningún tipo de tinte político, quizás así sea más fácil explicarse para no ser tachado de antisistema, con el posterior tapón de oídos correspondiente.

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