lunes, 12 de septiembre de 2011

El cronista romántico: cien cosas que decir en una sola frase

       Como cada día, se levantó con dificultad. Allí solo estaban él y sus efectos personales, entre los que estaba ese despertador que le amargaba el descanso cada mañana. Rápidamente se puso en marcha para no perder ni un segundo ante la nueva jornada que le estaba esperando. Parecía iniciar como cualquier otra, pero de él dependía cómo iba a acabar. El día había empezado.

       Diez veces a la semana hacía el mismo camino, pero aun no tenía los pasos contados ni los cruces definidos; cada día pisaba una acera distinta en un punto diferente. Inquietante podría resultar a quienes ritualizan sus trayectos para no necesitar pensar durante esos "tiempos muertos". Empeñarse en variar en cuestiones simples podría ser interpretado como una inseguridad o inestabilidad. Mañana lo haría de otro modo.

       ¿Qué de nuevo podía haber en un trabajo que ya conocía desde el inicio del día? Viajes mentales ocupaban su mente cuando no le quedaba más remedio que quedarse ahí. Alguna vez se creyó en esos lugares sin salir de la sala. No había suficiente tiempo.

       Menos asumir la impotencia, tenía todas las opciones posibles. Inútil habría resultado calmar esa sed con otras distracciones. Ni conseguía ni pretendía dejar de pensar. "Ignorancia" era la palabra que más le asustaba. Menos mal que podía hablar, estimular y animar su propia mente y las de su alrededor. Una sola persona, de doscientas, que pudiera plantearse sus palabras, ya era suficiente. Muchas cosas quedarían aun por hacer.

       Creer que las cosas podían cambiar no era suficiente. Restaba hacer algo para no estar solos pensando en un rincón. Enmendar los errores era cosa de ese momento. Dudar de todo era casi una obligación. Unir los esfuerzos era la vía. La razón era su única arma. "Ahora" era el momento de hacer algo.

       Posteriormente tomó el camino de vuelta. Otras cosas nuevas trataría de hacer el día siguiente. Sin embargo, le quedaba la sensación de haber hecho todo lo que había estado en su mano. Títeres sin cabeza se estaban convirtiendo en personas de verdad. Era, de nuevo el momento para él. Recluirse a descansar tampoco era la opción en ese momento, porque ese era el tiempo para disfrutar. Otros no lo harían por él.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también quiero hacer todo lo que esté en mis manos. Quiero ese momento, sé que llegará.

Felicidades, guapo.

Sami dijo...

Nunca mejor dicho la frase que has puesto: "Carpe diem qvan minimun credula postero" - VIVE CADA MOMENTO DE TU VIDA COMO SI FUESE EL ULTIMO.
Es bueno recordarlo de vez en cuando, haber si puedo empezar a aplicarlo yo!!! :)

BioSamu_ dijo...

BINGO! Y espero haberte transmitido un poco de su significado estos días ;)

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