El anterior post de esta serie blogística fue un capítulo atípico. Normalmente parto de un vídeo curioso de un animal para extederme explicando ese comportamiento, siempre encuadrado en un marco general. Esta vez no ha sido así; y no ha sido así porque el perro es un animal especial en nuestras vidas y también si lo comparamos con otros.
El vídeo que motivó ese post fue el de un perro de la raza husky que hacía callar a un bebé llorando, por medio de aullidos. Hablé de la historia del perro y de sus particularidades, pero no llegué a exponer una hipótesis para esa conducta en concreto.
Como ya intruduje, el amo de una mascota capaz de hacer eso se suele sentir tentado a decir "mi perro entiende lo que está ocurriendo y sabe cómo actuar". Nunca debemos descartar que esa sea la explicación, pero tampoco debemos recurrir a ella en primer lugar si existe otra más sencilla en la que encajen todas las pruebas (Navaja de Occam o Principio de Parsimonia, una palabra a la que yo recurro mucho).
En este caso hay una hipótesis que suele ser usada con primates. ¿De verdad el perro sabe que el bebé lo está pasando mal y aúlla con la intencionalidad (o sea, el objetivo) de calmarle? Se sabe que en algunos animales, los chillidos de un infantil (de la misma u otra especie) producen estrés en los adultos, que manifiestan ese estado de diversas maneras. Si la agresividad es una manifestación que ha sido modelada durante la domesticación del perro, es muy probable que ese no sea su modus operandi en esa situación; el aullido o algún comportamiento de apaciguamiento podría ser otra estrategia.
La intención (o sea, el resultado) de esta conducta no sería entonces calmar al bebé, sino calmarse así mismo. El efecto colateral sería calmar al bebé, quizás porque este solamente reclamaba atención. En el siguiente vídeo se muestra exactamente la misma situación, pero parece más manifiesto el estado de estrés del perro (parece estar diciendo "¡por favor, callad a este niño o matadme de una vez!").
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