lunes, 5 de julio de 2010

El Mayor Espectáculo sobre la Tierra

       Como suele decirse, lo prometido es deuda.



       Hace unos meses dejé pendiente el comentario sobre este libro (publicado el 24 de noviembre de 2009, justo un siglo y medio después que la obra maestra de Darwin) para cuando terminara de leerlo. El momento ha llegado.


       Su autor, Richard Dawkins, declaró en su campaña de presentación por qué esta obra era necesaria. La mayoría de sus libros anteriores habían versado sobre diferentes aspectos de la evolución, desde visiones novedosas de este hecho, como El río del Edén, El relojero ciego, El fenotipo extendido y el histórico "El Gen Egoísta", hasta repasos sobre la historia evolutiva, como "El cuento del antepasado", pasando por revisiones de los mecanismos que la hacen funcionar, como "Escalando el Monte Improbable"; sin embargo, Dawkins siempre abordó la evolución como lo que es: un hecho. En esta ocasión, quiso hacer algo distinto, volver a los pilares.

       Durante toda su carrera como biólogo teórico y divulgador científico, el llamado "rottweiler de Darwin" se ha venido encontrando con fanáticos que él mismo llama "negadores de la historia", personas que rechazan la idea de que la especie humana sea fruto de un lento proceso no dirigido resultante de leyes naturales. Probablemente se haya enfrentado a la oposición más fuerte durante el pasado año (Año Darwin), mientras preparaba su serie documental "El genio de Charles Darwin", después de haber declarado abiertamente la guerra a la religión con su anterior libro: El espejismo de Dios. Dawkins dice sorprenderse de la cantidad de gente que, 150 años después, no se convence de la evolución por selección natural, a pesar de la cantidad de evidencias a su favor.

       Ya ha sido dicho en muchas ocasiones que con la propia obra de Darwin "El Origen de las Especies" quedaba claro que la evolución ya dejaba de ser una hipótesis; sin embargo, los "negadores de la historia" hacen oídos sordos a estas declaraciones y sólo escuchan a quienes ni siquiera saben de qué hablan. Por eso, Dawkins vio necesario este último libro, para poner al día a la gente sobre toda las pruebas encontradas por Darwin y un siglo y medio de investigadores después de él.

       Una de las ideas que este libro trata de dejar claras desde el principio es que los fósiles NO son la única evidencia de la evolución... ni siquiera son la evidencia más fuerte. Podríamos saber que la evolución es un hecho y cómo funciona sin siquiera haber encontrado un solo fósil. ¿Cómo? La evolución se deja ver continuamente.

       Dawkins empieza su libro aclarando algunos conceptos sobre filosofía de la biología, sin dejar dudas al respecto de qué es un hecho, qué es una teoría, qué es una ley y qué es una hipótesis; y después deja un tema abierto en relación con las dataciones, que va cerrando a lo largo de todo el texto. Al terminar, nos queda claro que la idea de una Tierra de 6000 años de edad es incompatible con la ciencia; a esta conclusión se llega a través, cómo no, de los isótopos radiactivos (no sólo de un isótopo), pero también a través de la dendrocronología (estudio de los anillos de crecimiento de las plantas leñosas) y de los relojes moleculares... disciplinas que abordan campos de trabajo totalmente distintos, pero que encajan sus conclusiones de un modo asombroso, no sólo dando edades, sino también información sobre qué ha ocurrido en determinados períodos.

       El grueso del libro, cómo podemos ver la evolución, es abordado desde muchos puntos de vista, la paleontología es uno de ellos, pero como ya dije, no es ni el único ni el más importante.

       Existen varios estudios que han mostrado la evolución en funcionamiento, perfectamente perceptible durante nuestra vida: es la selección artificial de cultivos, son los aislamientos y cambios posteriores de seres vivos en unas pocas décadas e incluso años (peces, elefantes, reptiles...), son las bacterias que in vitro han desarrollado rutas metabólicas novedosas...

       Igualmente, Dawkins aborda la evolución desde la embriología, dando a conocer procesos estudiados por una disciplina relativamente reciente llamada Evo-devo.

       Y cómo no, nos recuerda algo que mucha gente olvida: la evolución está escrita en nuestros cuerpos. Nuestra anatomía es como un jeroglífico que explica las condiciones en que vivieron nuestros antepasados. Estamos llenos de homologías, analogías y vestigios de órganos y, efectivamente, estamos llenos de "errores de diseño". Dawkins puntualiza que de un diseñador podríamos esperar algún fallo arreglado a posteriori, pero lo que jamás podríamos esperar es una estupidez en el diseño. Valen como ejemplos, entre otros, la ya mascada estupidez del ojo de los vertebrados, que tiene los fotorreceptores colocados al revés, y el incomprensible nervio laríngeo, que en el caso de la jirafa da una vuelta innecesaria de más de un metro. Estas estupideces son la pesadilla de cualquier creacionista que defienda la idea de un "diseño inteligente".

       Y obviamente no olvida el ADN, la prueba definitiva. No sólo es definitivo porque el código genético sea universal en todos los seres vivos, sino también por todo lo que implica. Ahora que se conocen las proteínas que son codificadas por determinados genes, y sabiendo que esas proteínas están presentes en seres vivos muy distintos, con algunas diferencias, se pueden hacer análisis computacionales para conocer la probabilidad de que esto ocurra por azar. Voy a dar el dato usado en este libro: sólo usando las secuencias de cinco proteínas, y entre millones de posibilidades, este análisis determinó que lo más probable era, nada más y nada menos, justamente el árbol filogenético al que ya habían llegado, de forma independiente, la paleontología, la biogeografía, la anatomía comparada y la genética.

       El final del libro, como viene siendo habitual en Dawkins, se perfila como una reflexión poética, en este caso sobre las últimas palabras escritas por Darwin en la primera edición (siempre la primera) de El origen de las especies.

       Supongamos que un profesor de historia tiene que dedicar parte de su tiempo a enfrentarse con personas que niegan la existencia de los romanos o del holocausto nazi (los negadores de los romanos no existen, pero sí los negadores del holocausto); los biólogos, del mismo modo, nos enfrentamos a negadores de la evolución; por eso este libro era necesario; Dawkins empieza con ese argumento y yo lo utilizo para terminar. La evolución es un hecho, no tenemos ninguna motivación que nos empuje a decirlo, no ganamos nada, no tiene por qué ser cierto, simplemente es así.

       En definitiva, es un libro en el que el rigor y la parsimonia están presentes en cada palabra, sin olvidar los toques jocosos a los que Dawkins nos viene teniendo acostumbrados últimamente. Nada de armas ateas hay en este libro, como ya dijo su mismo autor, en esta ocasión había que llevar otra camiseta. Todo lo demás está en sus líneas.



P.S.: La próxima sinopsis de la "serie blogística Lecturas" versará sobre el libro publicado en 2002 "Captando Genomas", de Lynn Margulis y Dorion Sagan.

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