domingo, 23 de mayo de 2010

La Virgen contra Gaia

       Hoy, domingo 23 de mayo, llega a su destino el millón de personas que este año se espera en la famosa romería de El Rocío. Esta manifestación religiosa católica es otro de los ejemplos de hipocresía social.

       Multitud de devotos llegados desde todo el mundo se acumulan en las inmediaciones de la localidad onubense de Almonte para hacer gala de sus profundas creencias, en un ejercicio que dista bastante de lo que es un sacrificio. Ésta es una de las romerías más importantes a nivel mundial, en cuanto a fama y número de adeptos.

       Es sin duda una expresión admirable de folclore andaluz y también, al igual que la Semana Santa, una muestra de cómo los principios de la sociedad cambian en el momento en el que llevan el "sello de infalibilidad" de la religión. No voy a decir que haya que eliminar las manifestaciones culturales, pero sí defiendo el uso de la razón y el sentido común. En muchas ocasiones, y ésta viene a ser una de ellas, lo que lleva el nombre de "devoción" se acaba convirtiendo en un desfile auténticamente pagano en el que el alcohol y las "tradiciones del dinero" se camuflan en carrozas, dejando basura allá por donde pasa.

       Voy al olvidar el hecho idólatra que acaba suponiendo el origen y publicidad de esta tradición, porque hay una cuestión aún más grave: atraviesa Doñana. Hace doce años, todo el mundo se escandalizó por el vertido tóxico de Aznalcóllar, y aunque sobre todo afectó al Parque Natural, y no al Parque Nacional, los ambientalistas solían decir "los animales no entienden de fronteras". Pues bien, esta romería atraviesa el Parque Nacional, con todo lo que implica: vehículos a motor, basuras, gente que se sale del camino establecido (que, por cierto, en parte está asfaltado)... y los animales y plantas no entienden de fronteras, al igual que tampoco entiende de fronteras el estrés que les es provocado y el impacto sobre sus hábitats.

       ¿Qué ocurre cuando proteger el medio ambiente entra en conflicto con las tradiciones? Que la pasión devota y el dinero de los aristócratas implicados deciden.

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