viernes, 23 de marzo de 2012

El pastoreo del hamadríade como analogía del totalitarismo humano

Esta mañana escribí una publiación en la página de Facebook de este blog (la cual, por cierto, recomiendo que sigáis porque es más rica que el blog) y creo que merece la entidad de post con una pequeña remasterización.

       Voy a contar un aspecto sobre el comportamiento de los babuinos para explicar una situación que podemos entender como actualidad en nuestras sociedades. Si después de leer este post, alguien me responde simplemente que no somos babuinos, mi argumentación no habrá servido absolutamente para nada. Esta introducción sigue la misma línea con la que Richard Dawkins inició su ensayo "Juicios por Jurados", publicado en The Observer el 16 de noviembre de 1997, en el que comparaba los picotazos de la gaviota argéntea (Larus argentatus, Pontoppidan 1763) con las decisiones de un jurado popular.

       La organización social del babuino de sabana o hamadríade (Papio hamadryas, Linnaeus 1758) se basa en pequeños grupos matriarcales llamados tribus (o simplemente grupos), que están formados por un macho dominante, uno o dos machos secundarios, un harén de hembras emparentadas (en el que hay una hembra dominante, la que tiene el derecho a acicalar al macho) y las crías. Suelen ser grupos de entre cinco y diez individuos. Varias tribus se agrupan para dormir o buscar comida, formando bandas o manadas, que suelen ser de unos treinta a cincuenta babuinos. Y para cuestiones complicadas, como la defensa, las migraciones y los saqueos, las bandas forman tropas (también llamadas hordas), que normalmente son de entre cuarenta y ciento cuarenta individuos, pero pueden llegar a ser hasta ochocientos.

       Como consecuencia de esta complejidad, a pesar de que cada macho dominante tenga su propio harén, la afiliación de las hembras a un macho determinado no siempre queda clara... vamos, que si pueden, le ponen los cuernos o se van con otro de mayor calidad. Para evitar esto, el macho suele valerse de diferentes estrategias que conforman lo que se conoce como pastoreo.

       Aún está por determinar si el pastoreo es un ejemplo de coherción en el ámbito sexual, o sea, si realmente el macho impide que las hembras hagan algo que quieren hacer. Para ello hay que comprobar un factor directo, que ese macho tenga más hembras y más apareamientos con ellas debido a su pastoreo (lo que parece evidente), y un factor indirecto, que las hembras padezcan un estrés que se manifieste por ejemplo en sus estros.

       El macho dominante ejecuta esa conducta de pastoreo de diversas formas, desde las más sutiles, como una mirada amenazadora contrayendo los músculos frontales, o cortando el paso de la hembra hacia la periferia del grupo (literalmente como un perro pastor), hasta las más agresivas, como tirando del rabo de la hembra, dándole mordiscos en la nuca o con chillidos enseñando los colmillos, cuando la distancia no permite una conducta de intrusión. Sin llegar a analizar los datos, una primera vista de los etogramas parece indicar que cuando un nuevo macho dominante desplaza al viejo, recurre a una intensificación del pastoreo hasta ser aceptado. Asimismo, cuando un macho dominante es ya demasiado viejo el harén se le empieza a dispersar y recurre con mayor frecuencia a un pastoreo agresivo.

       No voy a hacer una analogía con el sistema de apareamiento humano, porque es bastante diferente, en tanto que nosotros somos lo que los antropólogos llaman monógamos secuenciales... con deslices más o menos eventuales, añado yo; esto es un tipo de poligamia en la que se mantiene una única pareja durante un tiempo y luego es sustituida por otra. Me voy a centrar en el hecho de la coherción (si es que el pastoreo efectivamente lo es) y de su desarrollo.

       La coherción es un fenómeno que ocurre en las sociedades humanas, por ejemplo, en política. Usando como ejemplo paradigmático una autocracia (una dictadura), el grupo que ostenta el poder llega al mismo imponiendo un autoritarismo; con el tiempo ese poder otorga autoridad y solo hay que dedicarse a mantenerla; pero cuando llega un momento en que no se mantiene por sí misma, la autoridad debe recurrir a la agresión. La represión ya no es efectiva como medio y se recrudece convirtiéndose en un fin; las imposiciones son cada vez más violentas y la figura de jefe de gobierno trata de mantener su estatus a toda costa. Como consecuencia, los ciudadanos manifiestan cada vez más su descontento y se empiezan a organizar revueltas cada vez más eficaces hasta que el poder cae.

       Algo parecido ocurre en las "pymes" (pequeñas y medianas empresas). El empresario o jefe pone unas normas de inicio y solo se tiene que encargar de mantenerlas en el tiempo; pero cuando ha pasado demasiado tiempo sin nuevas motivaciones, las cosas van mal y los empleados se sienten cohibidos y desprotegidos, el paternalismo deja de funcionar y al jefe solo le queda la intrusión para mantener el antiguo orden. Insisto en que esto suele ocurrir cuando no existen nuevos aliviadores de estrés que puedan motivar a los trabajadores.


       Como en el caso de los hamadríades y los regímenes totalitarios, el uso de la violencia (entendida no solo como la agresión física) es la estrategia a la que recurrir cuando no queda otro remedio, es el síntoma de que la autoridad está empezando a llegar a su fin.

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