Esta mañana escribí una publiación en la página de Facebook de este blog (la cual, por cierto, recomiendo que sigáis porque es más rica que el blog) y creo que merece la entidad de post con una pequeña remasterización.
Voy a contar un aspecto sobre el comportamiento de los babuinos para explicar una situación que podemos entender como actualidad en nuestras sociedades. Si después de leer este post, alguien me responde simplemente que no somos babuinos, mi argumentación no habrá servido absolutamente para nada. Esta introducción sigue la misma línea con la que Richard Dawkins inició su ensayo "Juicios por Jurados", publicado en The Observer el 16 de noviembre de 1997, en el que comparaba los picotazos de la gaviota argéntea (Larus argentatus, Pontoppidan 1763) con las decisiones de un jurado popular.

Como consecuencia de esta complejidad, a pesar de que cada macho dominante tenga su propio harén, la afiliación de las hembras a un macho determinado no siempre queda clara... vamos, que si pueden, le ponen los cuernos o se van con otro de mayor calidad. Para evitar esto, el macho suele valerse de diferentes estrategias que conforman lo que se conoce como pastoreo.
Aún está por determinar si el pastoreo es un ejemplo de coherción en el ámbito sexual, o sea, si realmente el macho impide que las hembras hagan algo que quieren hacer. Para ello hay que comprobar un factor directo, que ese macho tenga más hembras y más apareamientos con ellas debido a su pastoreo (lo que parece evidente), y un factor indirecto, que las hembras padezcan un estrés que se manifieste por ejemplo en sus estros.
El macho dominante ejecuta esa conducta de pastoreo de diversas formas, desde las más sutiles, como una mirada amenazadora contrayendo los músculos frontales, o cortando el paso de la hembra hacia la periferia del grupo (literalmente como un perro pastor), hasta las más agresivas, como tirando del rabo de la hembra, dándole mordiscos en la nuca o con chillidos enseñando los colmillos, cuando la distancia no permite una conducta de intrusión. Sin llegar a analizar los datos, una primera vista de los etogramas parece indicar que cuando un nuevo macho dominante desplaza al viejo, recurre a una intensificación del pastoreo hasta ser aceptado. Asimismo, cuando un macho dominante es ya demasiado viejo el harén se le empieza a dispersar y recurre con mayor frecuencia a un pastoreo agresivo.
No voy a hacer una analogía con el sistema de apareamiento humano, porque es bastante diferente, en tanto que nosotros somos lo que los antropólogos llaman monógamos secuenciales... con deslices más o menos eventuales, añado yo; esto es un tipo de poligamia en la que se mantiene una única pareja durante un tiempo y luego es sustituida por otra. Me voy a centrar en el hecho de la coherción (si es que el pastoreo efectivamente lo es) y de su desarrollo.

Algo parecido ocurre en las "pymes" (pequeñas y medianas empresas). El empresario o jefe pone unas normas de inicio y solo se tiene que encargar de mantenerlas en el tiempo; pero cuando ha pasado demasiado tiempo sin nuevas motivaciones, las cosas van mal y los empleados se sienten cohibidos y desprotegidos, el paternalismo deja de funcionar y al jefe solo le queda la intrusión para mantener el antiguo orden. Insisto en que esto suele ocurrir cuando no existen nuevos aliviadores de estrés que puedan motivar a los trabajadores.

Como en el caso de los hamadríades y los regímenes totalitarios, el uso de la violencia (entendida no solo como la agresión física) es la estrategia a la que recurrir cuando no queda otro remedio, es el síntoma de que la autoridad está empezando a llegar a su fin.
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