Hace un mes y medio terminaba un post sobre la película "El Rito" (Mikael Hafstrom, 2011) enlazando cuatro preguntas. Recordemos la segunda y la tercera:
- ¿Qué tal estará la próxima película "El Último Exorcismo" (Ely Roth y Strike, 2011)?
- ¿Para cuándo una película de exorcismos en la que los psiquiatras manden callar a los curas?
Ya no son preguntas abiertas.
A pesar de lo que sugieren el trailer y el cartel de la película, no es una cinta de exorcismos cargada de efectos especiales y en la que domine la visión teológica.
Cotton Marcus es un pastor protestante sin fe; no se trata de que la haya perdido tras un episodio traumático ni que se esté atormentando por dudas... su fe es sencillamente inexistente: no cree en Dios ni en el diablo, no cree en las posesiones ni en los exorcismos, pero sí sabe que la gente cree, por eso es predicador y exorcista; como él dice, ofrece un servicio a la gente que cree necesitarlo... él y su familia también tienen que comer.
La película está rodada con la técnica de cámara en mano, al estilo "The Blair Witch Project" (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999), y lo que vemos es la grabación de un supuesto documental antes de la edición. El protagonista muestra algunos de sus trucos a la hora de convencer a sus seguidores: da igual lo que haga, con un poco de histrionismo y algunos artilugios rudimentarios consigue que todos griten "amén" y "aleluya" sin llegar a escuchar lo que dice.
Si bien es cierto que el final da pie a una interpretación apocalíptica, la tónica de toda la película está sumergida en un baño de escepticismo. Ya es un paso, es la primera película sobre exorcismos que da esa visión que yo solicitaba en el mes de marzo.
No obstante, como ya introduje, existe una serie de patrones en las posesiones demoníacas cinematográficas:
En el aspecto del ocio, que siempre debemos tener en cuenta al hablar de cine, ésta es una película que aburre durante la primera mitad. Probablemente no habría escrito este post si hubiera empezado a verla en televisión.
A pesar de lo que sugieren el trailer y el cartel de la película, no es una cinta de exorcismos cargada de efectos especiales y en la que domine la visión teológica.
Cotton Marcus es un pastor protestante sin fe; no se trata de que la haya perdido tras un episodio traumático ni que se esté atormentando por dudas... su fe es sencillamente inexistente: no cree en Dios ni en el diablo, no cree en las posesiones ni en los exorcismos, pero sí sabe que la gente cree, por eso es predicador y exorcista; como él dice, ofrece un servicio a la gente que cree necesitarlo... él y su familia también tienen que comer.
La película está rodada con la técnica de cámara en mano, al estilo "The Blair Witch Project" (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999), y lo que vemos es la grabación de un supuesto documental antes de la edición. El protagonista muestra algunos de sus trucos a la hora de convencer a sus seguidores: da igual lo que haga, con un poco de histrionismo y algunos artilugios rudimentarios consigue que todos griten "amén" y "aleluya" sin llegar a escuchar lo que dice.
Si bien es cierto que el final da pie a una interpretación apocalíptica, la tónica de toda la película está sumergida en un baño de escepticismo. Ya es un paso, es la primera película sobre exorcismos que da esa visión que yo solicitaba en el mes de marzo.
No obstante, como ya introduje, existe una serie de patrones en las posesiones demoníacas cinematográficas:
- En primer lugar, si eres mujer corres mayor riesgo de ser poseída.
La inmensa mayoría de los poseídos en las películas son de sexo femenino; además, las posesiones de hombres suelen ser más rápidas y consecuencia de haber estado en contacto con una mujer exorcizada.
La mujer sigue siendo víctima de aquel pasaje machista del Génesis en el que Yahvé (que no Elohim) condena a toda la descendencia de Eva por haberse dejado tentar. La Biblia no es la culpable de esto, sino más bien una muestra de la mentalidad habitual de la época en que fue escrita, aunque siga siendo usada como excusa para mantener esa mentalidad.
- Los pobres, los incultos y los muy devotos son más susceptibles de ser poseídos.
Un entorno social excaso en cultura general, o bien excesivamente religioso (lo cual suele ser una consecuencia, aunque no necesariamente), suelen ser un caldo de cultivo de supersticiones. La mayoría de las posesiones demoníacas en el cine (y en la realidad) se dan en familias de zonas rurales pobres, o bien en familias muy conservadoras.
En la vida real, podemos ver en las zonas con bajos recursos que las leyendas suelen campar libremente.
- El poseído (o la poseída, en estos casos) es contorsionista.
La víctima presenta unos movimientos extraños, especialmente del cuello, de las manos y de la columna vertebral; además, tiene una fuerza sobrehumana que aplica sobre todo su alrededor y sobre sí misma; también es habitual que cambie su mirada y vomite.
Ahora se conocen algunas enfermedades clasificadas por los psiquiatras como desórdenes psicóticos epilépticos. Los episodios epilépticos están causados por una actividad neuronal descontrolada, que provoca inconsciencia y contracciones involuntarias de todos los músculos del cuerpo (dilatación de las pupilas y vómito incluidos). Estos factores pueden deribar, en ocasiones, en manifestaciones de tipo esquizofrénico, como alucinaciones y conductas extrañas. Las alucinaciones sobre demonios adquieren rasgos del entorno cultural: un individuo profundamente cristiano difícilmente será "poseído" por Exu (un espíritu oriundo de África). Además de todo esto, hay que indicar que alguna de las expresiones de un estrés postraumático, o de un sentimiento extremo de culpa, es el autoinfligimiento de dolor.
Es curioso el dato de que, en varias culturas antiguas, la epilepsia y la esquizofrenia eran consideradas posesiones y se trataban con trepanaciones, "para que los demonios escapasen" (aún hay gente que lo entiende así).
Más curioso es que se conocen datos de la Edad Media que reflejan que alguna vez esto fue la solución. Se interpreta que la epilepsia habría sido ocasionada por una compresión del cráneo causada por un traumatismo anterior (del que también quedan marcas) y la trepanación habría liberado esa presión sobre el cerebro; el tratamiento médico sigue siendo el más indicado.
- El poseído es ventrílocuo.
Cuando hay varios demonios implicados en la posesión es normal que no se pongan de acuerdo en el turno de palabra y hablen a la vez.
Algunos de los músculos que se pueden contraer durante un episodio epiléptico son las cuerdas vocales superiores, que tenemos los humanos pero que no solemos usar al hablar; los monjes budistas tibetanos precisamente ejercitan ese segundo juego de cuerdas en sus cantos hasta el punto de emitir dos voces simultáneamente.
- El demonio es políglota.
Una de las pruebas de una posesión es que la víctima domina varios idiomas, incluyendo especialmente lenguas muertas como el latín, griego antiguo y arameo (idiomas muy relacionados con el entorno cristiano).
Según los neurólogos, la propia actividad neuronal descontrolada del "poseído" puede hacer que se alternen las diferentes regiones del cerebro en las que se ubican los distintos idiomas que ya habría estudiado el paciente. Andrew Newberg, doctor en neuroteología, aporta otra observación: en la mayoría de los casos de experiencias místicas en realidad no se está diciendo absolutamente nada; el humorista Bill Maher, en su documental "Religulous", resumió esos idiomas en la línea del Dr. Newberg en una sola palabra: "bullshit".
- La libido del poseído es extraordinaria.
"Déjate violar", "tengo a la cerda" y "¿te apetece una mamada?" son algunas de las frases dichas por las poseídas en el cine.
Ya hablé sobre este asunto: el sexo es un tabú en las religiones monoteístas mayoritarias, por lo que el diablo, como antítesis de Dios, por definición estará obsesionado con el asunto. Para ejemplificar esto una vez más, solo una pregunta retórica: ¿por qué los evangélicos, una vertiente protestante altamente conservadora, tienden a pensar que la libertad sexual es "un vicio con el que se intenta llenar la ausencia de Jesús"?
En el aspecto del ocio, que siempre debemos tener en cuenta al hablar de cine, ésta es una película que aburre durante la primera mitad. Probablemente no habría escrito este post si hubiera empezado a verla en televisión.
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